Friday, March 30, 2012


palabras de despedida 
al Pueblo de Cuba
Su Santidad Benedicto XVI

Su Santidad Benedicto XVI extiende la Santa Bendición
al Pueblo de Cuba durante la Santa Misa celebrada en La  Habana

Doy gracias a Dios, que me ha permitido visitar esta hermosa Isla, que tan profunda huella dejó en el corazón de mi amado Predecesor, el Beato Juan Pablo II.

Señor Presidente,
Señores Cardenales y queridos Hermanos en el Episcopado,
Excelentísimas Autoridades,
Señoras y Señores,

Amigos todos,

Doy gracias a Dios, que me ha permitido visitar esta hermosa Isla, que tan profunda huella dejó en el corazón de mi amado Predecesor, el Beato Juan Pablo II, cuando estuvo en estas tierras como mensajero de la verdad y la esperanza. También yo he deseado ardientemente venir entre ustedes como peregrino de la caridad, para agradecer a la Virgen María la presencia de su venerada imagen en el Santuario del Cobre, desde donde acompaña el camino de la Iglesia en esta Nación e infunde ánimo a todos los cubanos para que, de la mano de Cristo, descubran el genuino sentido de los afanes y anhelos que anidan en el corazón humano y alcancen la fuerza necesaria para construir una sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido. «Cristo, resucitado de entre los muertos, brilla en el mundo, y lo hace de la forma más clara, precisamente allí donde según el juicio humano todo parece sombrío y sin esperanza. Él ha vencido a la muerte – Él vive – y la fe en Él penetra como una pequeña luz todo lo que es oscuridad y amenaza» (Vigilia de oración con los jóvenes. Feria de Friburgo de Brisgovia, 24 septiembre 2011).

Agradezco al Señor Presidente y a las demás Autoridades del País el interés y la generosa colaboración dispensada para el buen desarrollo de este viaje. Vaya también mi viva gratitud a los miembros de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, que no han escatimado esfuerzos ni sacrificios para este mismo fin, y a cuantos han contribuido a él de diversas maneras, en particular con la plegaria.

Me llevo en lo más profundo de mi ser a todos y cada uno de los cubanos, que me han rodeado con su oración y afecto, brindándome una cordial hospitalidad y haciéndome partícipe de sus más hondas y justas aspiraciones.

Vine aquí como testigo de Jesucristo, convencido de que, donde él llega, el desaliento deja paso a la esperanza, la bondad despeja incertidumbres y una fuerza vigorosa abre el horizonte a inusitadas y beneficiosas perspectivas. En su nombre, y como Sucesor del apóstol Pedro, he querido recordar su mensaje de salvación, que fortalezca el entusiasmo y solicitud de los Obispos cubanos, así como de sus presbíteros, de los religiosos y de quienes se preparan con ilusión al ministerio sacerdotal y la vida consagrada. Que sirva también de nuevo impulso a cuantos cooperan con constancia y abnegación en la tarea de la evangelización, especialmente a los fieles laicos, para que, intensificando su entrega a Dios en medio de sus hogares y trabajos, no se cansen de ofrecer responsablemente su aportación al bien y al progreso integral de la patria.

El camino que Cristo propone a la humanidad, y a cada persona y pueblo en particular, en nada la coarta, antes bien es el factor primero y principal para su auténtico desarrollo. Que la luz del Señor, que ha brillado con fulgor en estos días, no se apague en quienes la han acogido y ayude a todos a estrechar la concordia y a hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada. Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales. Situación que se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del País pesan negativamente sobre la población.

Concluyo aquí mi peregrinación, pero continuaré rezando fervientemente para que ustedes sigan adelante y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad. El respeto y cultivo de la libertad que late en el corazón de todo hombre es imprescindible para responder adecuadamente a las exigencias fundamentales de su dignidad, y construir así una sociedad en la que cada uno se sienta protagonista indispensable del futuro de su vida, su familia y su patria.

La hora presente reclama de forma apremiante que en la convivencia humana, nacional e internacional, se destierren posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales que tienden a hacer más arduo el entendimiento e ineficaz el esfuerzo de colaboración. Las eventuales discrepancias y dificultades se han de solucionar buscando incansablemente lo que une a todos, con diálogo paciente y sincero, comprensión recíproca y una leal voluntad de escucha que acepte metas portadoras de nuevas esperanzas.

Cuba, reaviva en ti la fe de tus mayores, saca de ella la fuerza para edificar un porvenir mejor, confía en las promesas del Señor, abre tu corazón a su evangelio para renovar auténticamente la vida personal y social.

A la vez que les digo mi emocionado adiós, pido a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre que proteja con su manto a todos los cubanos, los sostenga en medio de las pruebas y les obtenga del Omnipotente la gracia que más anhelan.

¡Hasta siempre, Cuba, tierra embellecida por la presencia materna de María! Que Dios bendiga tus destinos. 

Muchas gracias

gigantesco mural en la fachada principal de la
 Biblioteca Nacional Jose Marti en la La Plaza Jose Marti,
donde  hace 14 años atrás durante la Santa Misa otorgada por
su Santidad Juan Pablo II,

se levanto otro enorme  mural del Sagrado Corazón de 
Jesús




SANTA MISA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Plaza José Martí, La Habana 
Miércoles 28 de marzo de 2012


altar mayor de la Santa Misa con al monumento Jose Marti al fondo


Queridos hermanos y hermanas:

«Bendito eres, Señor Dios…, bendito tu nombre santo y glorioso» (Dn 3,52). Este himno de bendición del libro de Daniel resuena hoy en nuestra liturgia invitándonos reiteradamente a bendecir y alabar a Dios. Somos parte de la multitud de ese coro que celebra al Señor sin cesar. Nos unimos a este concierto de acción de gracias, y ofrecemos nuestra voz alegre y confiada, que busca cimentar en el amor y la verdad el camino de la fe.

«Bendito sea Dios» que nos reúne en esta emblemática plaza, para que ahondemos más profundamente en su vida. Siento una gran alegría de encontrarme hoy entre ustedes y presidir esta Santa Misa en el corazón de este Año jubilar dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre.

Saludo cordialmente al Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La Habana, y le agradezco las corteses palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Extiendo mi saludo a los Señores Cardenales, a mis hermanos Obispos de Cuba y de otros países, que han querido participar en esta solemne celebración. Saludo también a los sacerdotes, seminaristas, religiosos y a todos los fieles aquí congregados, así como a las Autoridades que nos acompañan.

En la primera lectura proclamada, los tres jóvenes, perseguidos por el soberano babilonio, prefieren afrontar la muerte abrasados por el fuego antes que traicionar su conciencia y su fe. Ellos encontraron la fuerza de «alabar, glorificar y bendecir a Dios» en la convicción de que el Señor del cosmos y la historia no los abandonaría a la muerte y a la nada. En efecto, Dios nunca abandona a sus hijos, nunca los olvida. Él está por encima de nosotros y es capaz de salvarnos con su poder. Al mismo tiempo, es cercano a su pueblo y, por su Hijo Jesucristo, ha deseado poner su morada entre nosotros.

«Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8,31). En este texto del Evangelio que se ha proclamado, Jesús se revela como el Hijo de Dios Padre, el Salvador, el único que puede mostrar la verdad y dar la genuina libertad. Su enseñanza provoca resistencia e inquietud entre sus interlocutores, y Él los acusa de buscar su muerte, aludiendo al supremo sacrificio en la cruz, ya cercano. Aun así, los conmina a creer, a mantener la Palabra, para conocer la verdad que redime y dignifica.

En efecto, la verdad es un anhelo del ser humano, y buscarla siempre supone un ejercicio de auténtica libertad. Muchos, sin embargo, prefieren los atajos e intentan eludir esta tarea. Algunos, como Poncio Pilato, ironizan con la posibilidad de poder conocer la verdad (cf. Jn 18, 38), proclamando la incapacidad del hombre para alcanzarla o negando que exista una verdad para todos. Esta actitud, como en el caso del escepticismo y el relativismo, produce un cambio en el corazón, haciéndolos fríos, vacilantes, distantes de los demás y encerrados en sí mismos. Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse.

Por otra parte, hay otros que interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándolos a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en «su verdad» e intentando imponerla a los demás. Son como aquellos legalistas obcecados que, al ver a Jesús golpeado y sangrante, gritan enfurecidos: «¡Crucifícalo!» (cf. Jn 19, 6). Sin embargo, quien actúa irracionalmente no puede llegar a ser discípulo de Jesús. Fe y razón son necesarias y complementarias en la búsqueda de la verdad. Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para esto lo dotó de razón. No es ciertamente la irracionalidad, sino el afán de verdad, lo que promueve la fe cristiana. Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios.

Además, la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano. Este patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo con quienes no creen en él.

El cristianismo, al resaltar los valores que sustentan la ética, no impone, sino que propone la invitación de Cristo a conocer la verdad que hace libres. El creyente está llamado a ofrecerla a sus contemporáneos, como lo hizo el Señor, incluso ante el sombrío presagio del rechazo y de la cruz. El encuentro personal con quien es la verdad en persona nos impulsa a compartir este tesoro con los demás, especialmente con el testimonio.

Queridos amigos, no vacilen en seguir a Jesucristo. En él hallamos la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Él nos ayuda a derrotar nuestros egoísmos, a salir de nuestras ambiciones y a vencer lo que nos oprime. El que obra el mal, el que comete pecado, es esclavo del pecado y nunca alcanzará la libertad (cf. Jn 8,34). Sólo renunciando al odio y a nuestro corazón duro y ciego seremos libres, y una vida nueva brotará en nosotros.

Convencido de que Cristo es la verdadera medida del hombre, y sabiendo que en él se encuentra la fuerza necesaria para afrontar toda prueba, deseo anunciarles abiertamente al Señor Jesús como Camino, Verdad y Vida. En él todos hallarán la plena libertad, la luz para entender con hondura la realidad y transformarla con el poder renovador del amor.

La Iglesia vive para hacer partícipes a los demás de lo único que ella tiene, y que no es sino Cristo, esperanza de la gloria (cf. Col 1,27). Para poder ejercer esta tarea, ha de contar con la esencial libertad religiosa, que consiste en poder proclamar y celebrar la fe también públicamente, llevando el mensaje de amor, reconciliación y paz que Jesús trajo al mundo. Es de reconocer con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe. Sin embargo, es preciso seguir adelante, y deseo animar a las instancias gubernamentales de la Nación a reforzar lo ya alcanzado y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la sociedad cubana.

El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad. Su refuerzo consolida la convivencia, alimenta la esperanza en un mundo mejor, crea condiciones propicias para la paz y el desarrollo armónico, al mismo tiempo que establece bases firmes para afianzar los derechos de las generaciones futuras.

Cuando la Iglesia pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo se hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su consistencia. Por eso, ella busca dar este testimonio en su predicación y enseñanza, tanto en la catequesis como en ámbitos escolares y universitarios. Es de esperar que pronto llegue aquí también el momento de que la Iglesia pueda llevar a los campos del saber los beneficios de la misión que su Señor le encomendó y que nunca puede descuidar.

Ejemplo preclaro de esta labor fue el insigne sacerdote Félix Varela, educador y maestro, hijo ilustre de esta ciudad de La Habana, que ha pasado a la historia de Cuba como el primero que enseñó a pensar a su pueblo. El Padre Varela nos presenta el camino para una verdadera transformación social: formar hombres virtuosos para forjar una nación digna y libre, ya que esta trasformación dependerá de la vida espiritual del hombre, pues «no hay patria sin virtud» (Cartas a Elpidio, carta sexta, Madrid 1836, 220). Cuba y el mundo necesitan cambios, pero éstos se darán sólo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a tomar el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad.

Invocando la materna protección de María Santísima, pidamos que cada vez que participemos en la Eucaristía nos hagamos también testigos de la caridad, que responde al mal con el bien (cf. Rm 12,21), ofreciéndonos como hostia viva a quien amorosamente se entregó por nosotros. Caminemos a la luz de Cristo, que es el que puede destruir la tiniebla del error. Supliquémosle que, con el valor y la reciedumbre de los santos, lleguemos a dar una respuesta libre, generosa y coherente a Dios, sin miedos ni rencores.

Amén

mural de La Virgen de la Caridad del Cobre
en la fachada de la Biblioteca Nacional Jose Marti
"LA CARIDAD NOS UNE" en la fachada del Teatro Nacional







Thursday, March 29, 2012

algunos apuntes 
GRÁFICOS e HISTÓRICOS 
de la fe, la religión y sus religiosos 
antes, durante y después de los últimos 50 años en Cuba


a finales de la década de los 50's
una portada de la revista "CARTELES", del 8 de septiembre del 1958. Tiene como gráfica la imagen de la  Virgen de la Caridad del Cobre, una ilustración dibujada por Andres, enmarcada por la bandera Cubana, y refleja un rostro de timidez  de la  adorada "Cachita", Patrona de Cuba y Reina del Cobre. En sus brazos, su niño Dios, nos mira con ojos que fijan una mirada de preocupación.

en víspera de la década de  los 60's y con el advenimiento del nuevo gobierno revolucionario
es celebrada una  Santa Misa en la escalinata del Capitolio Nacional de La Habana el  25 de enero del 1959. En el Altar Mayor,  al tope de la escalinata,  se encontraba la Virgen de la Caridad, traída desde el Santuario del Cobre, para honrar a todos los fallecidos durante la Revolución y la dictadura de Batista. Hasta el año 1961, la República de Cuba,  con una población de 6.5 millones de habitantes tenia 670 sacerdotes  y un total  de 8,120 religiosos y religiosas. Trabajaban en Cuba un total de 158 comunidades femeninas y 87 comunidades masculinas. 

a principios de la década de los 60's
un vuelo especial de Pan American Airways, con destino a Miami desde La Habana, aterrizaba en el Aeropuerto Internacional de  Miami el 18 de mayo del 1961. Las religiosas formaban parte de uno de los grupos forzados a dejar su Patria por ordenes del nuevo gobierno Revolucionario de Cuba.  Al finalizar el año 1961,  el personal religioso se había reducido a 200 sacerdotes, 43 comunidades femeninas y 17 masculinas con un personal total de menos de mil personas.Los movimientos laicos que tanto sirvieron en la evangelización del pueblo, en especial de la ruralía, fueron totalmente eliminados por persecución, hostigamiento y aún fusilamiento. Una gran parte de las propiedades de la Iglesia, en especial las universidades, escuelas católicas y asilos fueron confiscados sin compensación alguna. El 17 de septiembre de 1961, 131 sacerdotes entre ellos el Obispo Eduardo Boza Masvidal, fueron expulsados en el vapor español “Covadonga” a pesar de que muchos sacerdotes cubanos habían servido como capellanes en el Ejército Rebelde en la Sierra a petición de la tropa y contando con el permiso de los obispos, y que uno de dichos obispos había salvado la vida de Fidel Castro, el 26 de julio de 1953.

en plena década de los 60's 
José Antonio Portuondo (1911-1996) fué uno de los ideólogos culturales de mayor influencia en las primeras décadas de la Revolución. Nació en Santiago de Cuba y desde los años 30 fué militante marxista-leninista en el viejo Partido Comunista de Cuba y en el Partido Socialista Popular. Ocupó una larga lista de cargos académicos, diplomáticos y como funcionario en las esferas más altas del poder cultural en la Cuba revolucionaria. Fue designado embajador de Cuba ante la Santa Sede, en el Vaticano durante los años, 1976-1982. Muchos creen que fue el autor verdadero detrás del seudónimo Leopoldo Ávila, el “autor” de los artículos publicados en la revista militar Verde Olivo,  desde donde se atacó duramente a los escritores considerados como “fuera del juego” durante el penoso período del caso de Heberto Padilla.

durante la década de los años 70's
ante la espera de la zafra de los "10 millones",  en el año 1969, Cuba oficialmente se declara atea, “… con la revolución todo, sin la revolución nada … ” y las  Navidades son suspendida y prohibida oficialmente por el gobierno de la isla comunista desde el año 1969 hasta el año 1998.Con el establecimiento de la sociedad socialista, el ateísmo se convirtió en una “religión”, según reconoció años más tarde el propio Fidel Castro. Ese ateísmo se manifestó en diversas formas, y afectó a diferentes Iglesias cristianas. La discriminación religiosa, que impedía acceder a determinados puestos profesionales o al estudio de algunas carreras universitarias, unido a la presión social sobre las familias para  mantenerlos alejados de los templos, continuó acelerando la disminución de los feligreses que vivían su fe. A ello se unió un sistema educacional ateo que negaba toda trascendencia espiritual, sentando las bases del ateísmo de Estado, sancionado en la Constitución Socialista del año 1976.

en la década de los 80's,  catorce años antes de la visita Papal
“No podemos decir que nuestra Revolución es una obra perfecta, porque en tanto existan circunstancias en las que haya individuos que por determinadas creencias religiosas no tengan las prerrogativas que tengan otros, cumpliendo sus deberes sociales exactamente igual que todos los demás individuos, no es completa nuestra obra revolucionaria”, señalaba Fidel Castro, quien, entonces, reconocía que el Partido Comunista excluía a personas que profesaran alguna religión: “No puedo estar de acuerdo con ningún tipo de discriminación. Así. Te lo digo francamente. Si me preguntan si existe cierta forma de discriminación sutil con los cristianos, te digo que sí; honestamente, tengo que decirte que sí y que no es una cosa superada, todavía, por nosotros…”


en la década de los 90's, ante un nuevo siglo
después de más de 40 años de persecución religiosa por un sistema ateo, en la antesala de la “Plaza de la Revolución”, la antigua plaza cívica, un gigantesco mural  se confeccionaba  ante la fachada de la Biblioteca Nacional Jose Martí para ser fondo del altar mayor de la Santa Misa del 25 de enero de 1998,  presidida por el S.S. Juan Pablo II,  “mensajero del Amor y la Esperanza”  para el Pueblo de Cuba. 


 con el advenimiento de un nuevo siglo en  Cuba
comienza a florecer  una nueva comunión entre la religión y la juventud del pais,  acompañados por los viejos de la sociedad, juntos toman  fuerzas hacia un mejor futuro y  comienzan a dejar atrás 4 décadas de un ateísmo oficial y luchan ante una generación (sus propios Padres, aun muchos  fieles a un derrotado sistema socialista).  El pensamiento del Padre Felix Varela,  se hace luz y en las afueras de la cuidad de La Habana, se construye y se habita por un reñido cuerpo de jóvenes religiosos cubanos un nuevo seminario católico, primera edificación permitida por el gobierno ateo y auspiciado por la nueva prominente clase católica del país.


ayer  "todos juntos a la  Plaza"
dos jóvenes sacerdotes cubanos leen el misal de la Santa Misa otorgada ayer, el 28 de marzo en la “Plaza de la Revolución”, presidida por el S.S. Benedicto XVI,  “pelegrino de la Caridad”  para el Pueblo de Cuba.


y hoy,  citando gráficas del pasado
la campaña publicitaria mas fuerte y subliminal de un país en búsqueda de un cambio, traicionado hace mas de 50 años, 

" Hay que tener Fe 
. . . que todo llega!

Wednesday, March 28, 2012


 VIERNES SANTO EN CUBA
Benedicto XVI pide al Gobierno declarar feriado el Viernes Santo 


Durante un encuentro personal, en el Palacio de Gobierno, en la tarde del martes 27 de marzo 2012, el Papa Benedicto XVI pidió al Gobernante Cubano Raúl Castro reconocer el día Viernes Santo como feriado en Cuba por su importancia en el calendario de los católicos.

Durante el coloquio que se extendió por más de 40 minutos, “se abordó  un tema particular: el Papa hizo presente la importancia del Viernes Santo, pidiendo la posibilidad de un reconocimiento de este día como festivo”, dijo el P. Lombardi. El vocero de la Santa Sede recordó el pedido similar que el Beato Juan Pablo II presentó a Fidel Castro respecto de la Navidad. Como consecuencia de aquel pedido, el gobierno cubano restableció el 25 de diciembre como feriado nacional. La Navidad había sido suspendida y prohibida oficialmente por el gobierno de la isla comunista desde el año 1969.

“Por supuesto esto es algo que queda en manos de las autoridades cubanas, y esperamos una respuesta en un futuro no muy lejano”, dijo Lombardi.

Durante el encuentro, Castro le obsequio al Papa una bella escultura en madera de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y el Santo Padre por su parte obsequio un copia facsimilar de un volumen antiguo de la Biblioteca Vaticana que es la traducción latina de la Geografía de Tolomeo, que incluye enriquecimientos cartográficos del 1400 y la última actualización incluye un mapa del mundo de 1530 en el que ya aparece el continente americano y donde está señalada la isla de Cuba”.


Via Crusis de Semana Santa en La Habana Vieja 2011
La Semana Santa en Cuba  es una de las festividades religiosas más esperadas por el pueblo  Católico de la isla. Hay procesiones, un Vía Crucis por las calles de La Habana Vieja y el permiso oficial para transmitir mensajes de radio a los fieles. Las celebraciones se produjo en un momento en que las relaciones con el gobierno comunista se han caracterizado por “un proceso de mayor entendimiento”. Es por eso que un canal oficial de la televisión cubana transmitirá el Viernes Santo de la Vía Crucis desde Roma, dirigido por el Papa Benedicto XVI. Y es que después de tiempos difíciles, el gobierno cubano está empezando a entender el papel de la iglesia, ya que décadas atrás hubieron enfrentamientos entre la Iglesia católica y el gobierno después de la revolución en 1959, cuando los líderes de la isla  declararon oficialmente a Cuba un país socialista. Es por eso que para la Semana Santa cientos de personas caminarán  por las calles de la catedral de La Habana a la Iglesia del Cristo del Buen Viaje (Cristo del Buen Viaje) en una procesión llevando a las efigies de  Jesús y María, y una enorme cruz de madera por las calles en sus hombros, mientras que los seguidores cantaran y rezaran.

Recordemos que las procesiones católicas estaban prohibidos en Cuba desde 1961, poco después que Fidel Castro llegó al poder, hasta la histórica visita del Papa Juan Pablo II a la isla en enero de 1998. Pero las  relaciones Iglesia-Estado no ha cambiado durante el mando de Raúl Castro. A diferencia de algunos otros países en el Hemisferio Occidental, Cuba no reconoce los días de Semana Santa como días de fiesta, y la gente va al trabajo y la escuela como de costumbre. Sin días de asueto y sin cambios en la actividad laboral, la liturgia de la Semana Santa y las procesiones, autorizadas por el Gobierno comunista de Cuba hace una década después de casi cuarenta años de prohibición, se han convertido en un reflejo del sincretismo religioso del país.La Semana Santa transcurre en Cuba, el único país comunista de América, sin receso escolar y laboral como marca la tradición en otros países, pero los fieles católicos acuden a las eucaristías en las iglesias y participan en los vía crucis y las procesiones alegóricas a estas fechas.

VISITA AL SANTUARIO
Benedicto XVI ante la VIRGEN MAMBISA

". . . también yo deseo ir a El Cobre a postrarme a los pies de la Madre de Dios, para agradecerle sus desvelos por todos sus hijos cubanos y pedirle su intercesión para que guíe los destinos de esta amada Nación por los caminos de la justicia, la paz, la libertad y la reconciliación"
palabras de Benedicto XVI  al llegar a Cuba
A los pies de la imagen de la Virgen de la Caridad de El Cobre, ahora acompañada por la Rosa de Oro, el Papa Benedicto XVI pidió a la Santa Patrona de Cuba por todos los cubanos.También encendió un cirio y oró acompañado por la polifonía del Maestro Esteban Salas. El Santo Padre fue recibido con el Ave María del grupo musical Steel Band, y una gran concentración de personas que calurosamente lo saludaron.

Queridos hermanos y hermanas:

He venido como peregrino hasta la casa de la bendita imagen de Nuestra Señora de la Caridad, «la Mambisa», como ustedes la invocan afectuosamente. Su presencia en este poblado de El Cobre es un regalo del cielo para los cubanos.

Deseo saludar cordialmente a los aquí presentes. Reciban el cariño del Papa y llévenlo por doquier, para que todos experimenten el consuelo y la fortaleza en la fe. Hagan saber a cuantos se encuentran cerca o lejos que he confiado a la Madre de Dios el futuro de su Patria, avanzando por caminos de renovación y esperanza, para el mayor bien de todos los cubanos. También he suplicado a la Virgen Santísima por las necesidades de los que sufren, de los que están privados de libertad, separados de sus seres queridos o pasan por graves momentos de dificultad.

He puesto asimismo en su inmaculado Corazón a los jóvenes, para que sean auténticos amigos de Cristo y no sucumban a propuestas que dejan la tristeza tras de sí. Ante María de la Caridad, también me he acordado de modo particular de los cubanos descendientes de aquellos que llegaron aquí desde África, así como de la cercana población de Haití, que aún sufre las consecuencias del conocido terremoto de hace dos años. Y no he olvidado a tantos campesinos y a sus familias, que desean vivir intensamente en sus hogares el evangelio, y ofrecen también sus casas como centros de misión para la celebración de la Eucaristía.

A ejemplo de la Santísima Virgen, animo a todos los hijos de esta querida tierra a seguir edificando la vida sobre la roca firme que es Jesucristo, a trabajar por la justicia, a ser servidores de la caridad y perseverantes en medio de las pruebas. Que nada ni nadie les quite la alegría interior, tan característica del alma cubana. 

Que Dios les bendiga.
Muchas Gracias
palabras de Benedicto XVI
 al salir del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre










Santa Misa 400° Aniversario 
VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba
Solemnidad de la Anunciación del Señor
Lunes 26 de marzo de 2012



Queridos hermanos y hermanas:

Doy gracias a Dios que me ha permitido venir hasta ustedes y realizar este tan deseado viaje. Saludo a Monseñor Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, agradeciéndole sus amables palabras de acogida en nombre de todos; saludo asimismo a los obispos cubanos y a los venidos de otros lugares, así como a los sacerdotes, religiosos, seminaristas y fieles laicos presentes en esta celebración. No puedo olvidar a los que por enfermedad, avanzada edad u otros motivos, no han podido estar aquí con nosotros. Saludo también a las autoridades que han querido gentilmente acompañarnos.

Esta santa Misa, que tengo la alegría de presidir por primera vez en mi visita pastoral a este país, se inserta en el contexto del Año Jubilar mariano, convocado para honrar y venerar a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, en el cuatrocientos aniversario del hallazgo y presencia de su venerada imagen en estas tierras benditas. No ignoro el sacrificio y dedicación con que se ha preparado este jubileo, especialmente en lo espiritual. Me ha llenado de emoción conocer el fervor con el que María ha sido saludada e invocada por tantos cubanos, en su peregrinación por todos los rincones y lugares de la Isla.

Estos acontecimientos importantes de la Iglesia en Cuba se ven iluminados con inusitado resplandor por la fiesta que hoy celebra la Iglesia universal: la anunciación del Señor a la Virgen María. En efecto, la encarnación del Hijo de Dios es el misterio central de la fe cristiana, y en él, María ocupa un puesto de primer orden. Pero, ¿cuál es el significado de este misterio? Y, ¿cuál es la importancia que tiene para nuestra vida concreta?

Veamos ante todo qué significa la encarnación. En el evangelio de san Lucas hemos escuchado las palabras del ángel a María: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios» (Lc 1,35). En María, el Hijo de Dios se hace hombre, cumpliéndose así la profecía de Isaías: «Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”» (Is 7,14). Sí, Jesús, el Verbo hecho carne, es el Dios-con-nosotros, que ha venido a habitar entre nosotros y a compartir nuestra misma condición humana. El apóstol san Juan lo expresa de la siguiente manera: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). La expresión «se hizo carne» apunta a la realidad humana más concreta y tangible. En Cristo, Dios ha venido realmente al mundo, ha entrado en nuestra historia, ha puesto su morada entre nosotros, cumpliéndose así la íntima aspiración del ser humano de que el mundo sea realmente un hogar para el hombre. En cambio, cuando Dios es arrojado fuera, el mundo se convierte en un lugar inhóspito para el hombre, frustrando al mismo tiempo la verdadera vocación de la creación de ser espacio para la alianza, para el «sí» del amor entre Dios y la humanidad que le responde. Y así hizo María como primicia de los creyentes con su «sí» al Señor sin reservas.

Por eso, al contemplar el misterio de la encarnación no podemos dejar de dirigir a ella nuestros ojos, para llenarnos de asombro, de gratitud y amor al ver cómo nuestro Dios, al entrar en el mundo, ha querido contar con el consentimiento libre de una criatura suya. Sólo cuando la Virgen respondió al ángel, «aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), a partir de ese momento el Verbo eterno del Padre comenzó su existencia humana en el tiempo. Resulta conmovedor ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla. Y vemos también cómo el comienzo de la existencia terrena del Hijo de Dios está marcado por un doble «sí» a la voluntad salvífica del Padre, el de Cristo y el de María. Esta obediencia a Dios es la que abre las puertas del mundo a la verdad, a la salvación. En efecto, Dios nos ha creado como fruto de su amor infinito, por eso vivir conforme a su voluntad es el camino para encontrar nuestra genuina identidad, la verdad de nuestro ser, mientras que apartarse de Dios nos aleja de nosotros mismos y nos precipita en el vacío. La obediencia en la fe es la verdadera libertad, la auténtica redención, que nos permite unirnos al amor de Jesús en su esfuerzo por conformarse a la voluntad del Padre. La redención es siempre este proceso de llevar la voluntad humana a la plena comunión con la voluntad divina (cf. Lectio divina con el clero de Roma, 18 febrero 2010).

Queridos hermanos, hoy alabamos a la Virgen Santísima por su fe y con santa Isabel le decimos también nosotros: «Bienaventurada la que ha creído» (Lc 1,45). Como dice san Agustín, María concibió antes a Cristo por la fe en su corazón que físicamente en su vientre; María creyó y se cumplió en ella lo que creía (cf. Sermón 215, 4: PL 38,1074). Pidamos nosotros al Señor que nos aumente la fe, que la haga activa y fecunda en el amor. Pidámosle que sepamos como ella acoger en nuestro corazón la palabra de Dios y llevarla a la práctica con docilidad y constancia.

La Virgen María, por su papel insustituible en el misterio de Cristo, representa la imagen y el modelo de la Iglesia. También la Iglesia, al igual que hizo la Madre de Cristo, está llamada a acoger en sí el misterio de Dios que viene a habitar en ella. Queridos hermanos, sé con cuánto esfuerzo, audacia y abnegación trabajan cada día para que, en las circunstancias concretas de su País, y en este tiempo de la historia, la Iglesia refleje cada vez más su verdadero rostro como lugar en el que Dios se acerca y encuentra con los hombres. La Iglesia, cuerpo vivo de Cristo, tiene la misión de prolongar en la tierra la presencia salvífica de Dios, de abrir el mundo a algo más grande que sí mismo, al amor y la luz de Dios. Vale la pena, queridos hermanos, dedicar toda la vida a Cristo, crecer cada día en su amistad y sentirse llamado a anunciar la belleza y bondad de su vida a todos los hombres, nuestros hermanos. Les aliento en su tarea de sembrar el mundo con la Palabra de Dios y de ofrecer a todos el alimento verdadero del cuerpo de Cristo. Cercana ya la Pascua, decidámonos sin miedos ni complejos a seguir a Jesús en su camino hacia la cruz. Aceptemos con paciencia y fe cualquier contrariedad o aflicción, con la convicción de que, en su resurrección, él ha derrotado el poder del mal que todo lo oscurece, y ha hecho amanecer un mundo nuevo, el mundo de Dios, de la luz, de la verdad y la alegría. El Señor no dejará de bendecir con frutos abundantes la generosidad de su entrega.

El misterio de la encarnación, en el que Dios se hace cercano a nosotros, nos muestra también la dignidad incomparable de toda vida humana. Por eso, en su proyecto de amor, desde la creación, Dios ha encomendado a la familia fundada en el matrimonio la altísima misión de ser célula fundamental de la sociedad y verdadera Iglesia doméstica. Con esta certeza, ustedes, queridos esposos, han de ser, de modo especial para sus hijos, signo real y visible del amor de Cristo por la Iglesia. Cuba tiene necesidad del testimonio de su fidelidad, de su unidad, de su capacidad de acoger la vida humana, especialmente la más indefensa y necesitada.

Queridos hermanos, ante la mirada de la Virgen de la Caridad del Cobre, deseo hacer un llamado para que den nuevo vigor a su fe, para que vivan de Cristo y para Cristo, y con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen para construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de Dios.

Amén.



Tuesday, March 27, 2012

CELEBRATING MIES'S 126th BIRTHDAY

Ludwig Mies van der Rohe (March 27, 1886 – August 17, 1969) was a German-American architect. Along with Walter Gropius, Le Corbusier and Oscar Niemeyer, he is widely regarded as one of the pioneering masters of modern architecture.

Mies, like many of his post-World War I contemporaries, sought to establish a new architectural style that could represent modern times just as Classical and Gothic did for their own eras. He created an influential twentieth century architectural style, stated with extreme clarity and simplicity. His mature buildings made use of modern materials such as industrial steel and plate glass to define interior spaces. He strived towards an architecture with a minimal framework of structural order balanced against the implied freedom of free-flowing open space. 

He called his buildings "skin and bones" architecture. He sought a rational approach that would guide the creative process of architectural design. He is often associated with the aphorisms "less is more" and "God is in the details".

Mies's one-office office building
The champion of steel favors concrete and glass for Cuba's Bacardi building.
Architectural Forum / the magazine of building / February 1959

Mies van der Rohe has designed a Cuban rum company's headquarters in starkly simple reinforced concrete and glass.

Ludwig Mies vander Rohe's vast and beautiful room will differ significantly from his recent designs in two respects. In the first place, the modern master of steel here turns to a compressive material, concrete. The other innovation is that the Bacardi building which he has designed for construction in Santiago, Cuba, unlike other recent Mies buildings, has deep overhangs shading its completely glass walls.
Both departures from the Mies method ("I do not want to build something interesting; I want to builds omething good") are based on practical building considerations. In Cuba rolled steel sections are scarce, and in Cuba the sun is very hot. Reinforced concrete is practical; shading is essential.
The president of Compañia Ron Bacardi, S.A., Jose M. Bosch, has long believed that the ideal office would be one where there are no partitions, where everybody, both officers and employees, see each other. "When Bosch happened to visit Crown Hall, the Architecture Department building deigned by Mies on the campus of Illinois Institute of Technology in Chicago, he recognized an architect after his own mind, and commissioned the structure shown here. Like Crown Hall it will have one large glazed room, with subsidiary spaces downstairs. "Now that we have democracy and justice in Cuba, we can have this building built," said Bosch last month.
The shift in structural method from steel to reinforced concrete will give the Bacardi building an entirely different scale and character from the sinewy lightness of most Mies buildings. On eight massive, tapered cast concrete pillars will rest an enormous monolith of post tensioned reinforced concrete, a true plate, its girder edge floating heavily on pin joints which accept no horizontal thrust. To supply lateral stability the columns actually are designed like husky cantilevers from their buried bases. The interior beams which constitute the roof plate become thicker near the center of the 177  foot span, and supportahung ceiling of aluminum grillage which ceases a few feet short of the outside glass wal!; (above this ceiling five separate air conditioning units will be set into the roof slab). Although this is not the first time circumstances have led Mies to work with concrete,this powerful design should be his most  emphatic expression of the material.(See also the perspective drawing which appears on the cover.)

 
















Homilía de S.S. Juan Pablo II en La Habana
25 de enero 1998
"antes de la misa"  1998    foto: Arq. Carlos Alberto Fleitas

«Hoy es un día consagrado a nuestro Dios: No hagan duelo ni lloren» (Ne, 8, 9). Con gran gozo presido la Santa Misa en esta Plaza de «José Martí», en el domingo, día del Señor, que debe ser dedicado al descanso, a la oración y a la convivencia familiar. La Palabra de Dios nos convoca para crecer en la fe y celebrar la presencia del Resucitado en medio de nosotros, que «hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo» (1Co 12, 13), el Cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia. Jesucristo une a todos los bautizados. De Él fluye el amor fraterno tanto entre los católicos cubanos como entre los que viven en cualquier otra parte, porque son «Cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro» (1Co 12, 27). La Iglesia en Cuba, pues, no está sola ni aislada, sino que forma parte de la Iglesia universal extendida por el mundo entero.

Saludo con afecto al Cardenal Jaime Ortega, Pastor de esta Arquidiócesis, y le agradezco las amables palabras con las que, al inicio de esta celebración, me ha presentado las realidades y las aspiraciones que marcan la vida de esta comunidad eclesial. Saludo asimismo a los Señores Cardenales aquí presentes, venidos desde distintos lugares, así como a todos mis hermanos Obispos de Cuba y de otros Países que han querido participar en esta solemne celebración. Saludo cordialmente a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a los fieles reunidos en tan gran número. A cada uno le aseguro mi afecto y cercanía en el Señor. Saludo deferentemente al Señor Presidente doctor Fidel Castro Ruz, que ha querido participar en esta Santa Misa. Agradezco también la presencia de las autoridades civiles que han querido estar hoy aquí y les quedo reconocido por la cooperación prestada.

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio» (Lc 4, 18). Todo ministro de Dios tiene que hacer suyas en su vida estas palabras que pronunció Jesús en Nazaret. Por eso, al estar entre Ustedes quiero darles la buena noticia de la esperanza en Dios. Como servidor del Evangelio les traigo este mensaje de amor y solidaridad que Jesucristo, con su venida, ofrece a los hombres de todos los tiempos. No se trata en absoluto de una ideología ni de un sistema económico o político nuevo, sino de un camino de paz, justicia y libertad verdaderas.

Los sistemas ideológicos y económicos que se han ido sucediendo en los dos últimos siglos con frecuencia han potenciado el enfrentamiento como método, ya que contenían en sus programas los gérmenes de la oposición y de la desunión. Esto condicionó profundamente su concepción del hombre y sus relaciones con los demás. Algunos de esos sistemas han pretendido también reducir la religión a la esfera meramente individual, despojándola de todo influjo o relevancia social. En este sentido, cabe recordar que un Estado moderno no puede hacer del ateísmo o de la religión uno de sus ordenamientos políticos. El Estado, lejos de todo fanatismo o secularismo extremo, debe promover un sereno clima social y una legislación adecuada que permita a cada persona y a cada confesión religiosa vivir libremente su fe, expresarla en los ámbitos de la vida pública y contar con los medios y espacios suficientes para aportar a la vida nacional sus riquezas espirituales, morales y cívicas. Por otro lado, resurge en varios lugares una forma de neoliberalismo capitalista que subordina la persona humana y condiciona el desarrollo de los pueblos a las fuerzas ciegas del mercado, gravando desde sus centros de poder a los países menos favorecidos con cargas insoportables. Así, en ocasiones, se imponen a las naciones, como condiciones para recibir nuevas ayudas, programas económicos insostenibles. De este modo se asiste en el concierto de las naciones al enriquecimiento exagerado de unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos, de forma que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.

Queridos hermanos: la Iglesia es maestra en humanidad. Por eso, frente a estos sistemas, presenta la cultura del amor y de la vida, devolviendo a la humanidad la esperanza en el poder transformador del amor vivido en la unidad querida por Cristo. Para ello hay que recorrer un camino de reconciliación, de diálogo y de acogida fraterna del prójimo, de todo prójimo. Esto se puede llamar el Evangelio social de la Iglesia. La Iglesia, al llevar a cabo su misión, propone al mundo una justicia nueva, la justicia del Reino de Dios (cf. Mt 6, 33). En diversas ocasiones me he referido a los temas sociales. Es preciso continuar hablando de ello mientras en el mundo haya una injusticia, por pequeña que sea, pues de lo contrario la Iglesia no sería fiel a la misión confiada por Jesucristo. Está en juego el hombre, la persona concreta. Aunque los tiempos y las circunstancias cambien, siempre hay quienes necesitan de la voz de la Iglesia para que sean reconocidas sus angustias, sus dolores y sus miserias. Los que se encuentren en estas circunstancias pueden estar seguros de que no quedarán defraudados, pues la Iglesia está con ellos y el Papa abraza con el corazón y con su palabra de aliento a todo aquel que sufre la injusticia. Yo no soy contrario a los aplausos porque cuando aplauden el Papa puede reposar un poco. Las enseñanzas de Jesús conservan íntegro su vigor a las puertas del año 2000. Son válidas para todos Ustedes, mis queridos hermanos. En la búsqueda de la justicia del Reino no podemos detenernos ante dificultades e incomprensiones. Si la invitación del Maestro a la justicia, al servicio y al amor es acogida como Buena Nueva, entonces el corazón se ensancha, se transforman los criterios y nace la cultura del amor y de la vida. Este es el gran cambio que la sociedad necesita y espera, y sólo podrá alcanzarse si primero no se produce la conversión del corazón de cada uno, como condición para los necesarios cambios en las estructuras de la sociedad.

«El Espíritu del Señor me ha enviado para anunciar a los cautivos la libertad... para dar libertad a los oprimidos» (Lc 4, 18). La buena noticia de Jesús va acompañada de un anuncio de libertad, apoyada sobre el sólido fundamento de la verdad: «Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8, 31-32). La verdad a la que se refiere Jesús no es sólo la comprensión intelectual de la realidad, sino la verdad sobre el hombre y su condición trascendente, sobre sus derechos y deberes, sobre su grandeza y sus límites. Es la misma verdad que Jesús proclamó con su vida, reafirmó ante Pilato y, con su silencio, ante Herodes; es la misma que lo llevó a la cruz salvadora y a su resurrección gloriosa. La libertad que no se funda en la verdad condiciona de tal forma al hombre que algunas veces lo hace objeto y no sujeto de su entorno social, cultural, económico y político, dejándolo casi sin ninguna iniciativa para su desarrollo personal. Otras veces esa libertad es de talante individualista y, al no tener en cuenta la libertad de los demás, encierra al hombre en su egoísmo. La conquista de la libertad en la responsabilidad es una tarea imprescindible para toda persona. Para los cristianos, la libertad de los hijos de Dios no es solamente un don y una tarea, sino que alcanzarla supone un inapreciable testimonio y un genuino aporte en el camino de la liberación de todo el género humano. Esta liberación no se reduce a los aspectos sociales y políticos, sino que encuentra su plenitud en el ejercicio de la libertad de conciencia, base y fundamento de los otros derechos humanos. El Papa libre y nos quiere a todos libres. Para muchos de los sistemas políticos y económicos hoy vigentes el mayor desafío sigue siendo el conjugar libertad y justicia social, libertad y solidaridad, sin que ninguna quede relegada a un plano inferior. En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia es un esfuerzo de reflexión y propuesta que trata de iluminar y conciliar las relaciones entre los derechos inalienables de cada hombre y las exigencias sociales, de modo que la persona alcance sus aspiraciones más profundas y su realización integral, según su condición de hijo de Dios y de ciudadano. Por lo cual, el laicado católico debe contribuir a esta realización mediante la aplicación de las enseñanzas sociales de la Iglesia en los diversos ambientes, abiertos a todos los hombres de buena voluntad.

En el evangelio proclamado hoy aparece la justicia íntimamente ligada a la verdad. Así se ve también en el pensamiento lúcido de los padres de la Patria. El Siervo de Dios Padre Félix Varela, animado por su fe cristiana y su fidelidad al ministerio sacerdotal, sembró en el corazón del pueblo cubano las semillas de la justicia y la libertad que él soñaba ver florecer en una Cuba libre e independiente. La doctrina de José Martí sobre el amor entre todos los hombres tiene raíces hondamente evangélicas, superando así el falso conflicto entre la fe en Dios y el amor y servicio a la Patria. Escribe este prócer: «Pura, desinteresada, perseguida, martirizada, poética y sencilla, la religión del Nazareno sedujo a todos los hombres honrados... Todo pueblo necesita ser religioso. No sólo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo... Un pueblo irreligioso morirá, porque nada en él alimenta la virtud. Las injusticias humanas disgustan de ella; es necesario que la justicia celeste la garantice». Como saben, Cuba tiene un alma cristiana y eso la ha llevado a tener una vocación universal. Llamada a vencer el aislamiento, ha de abrirse al mundo y el mundo debe acercarse a Cuba, a su pueblo, a sus hijos, que son sin duda su mayor riqueza. ¡Esta es la hora de emprender los nuevos caminos que exigen los tiempos de renovación que vivimos, al acercarse el Tercer milenio de la era cristiana!

Queridos hermanos: Dios ha bendecido a este pueblo con verdaderos formadores de la conciencia nacional, claros y firmes exponentes de la fe cristiana, como el más valioso sostén de la virtud y del amor. Hoy los Obispos, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, se esfuerzan en tender puentes para acercar las mentes y los corazones, propiciando y consolidando la paz, preparando la civilización del amor y de la justicia. Estoy en medio de ustedes como mensajero de la verdad y la esperanza. Por eso quiero repetir mi llamado a dejarse iluminar por Jesucristo, a aceptar sin reservas el esplendor de su verdad, para que todos puedan emprender el camino de la unidad por medio del amor y la solidaridad, evitando la exclusión, el aislamiento y el enfrentamiento, que son contrarios a la voluntad del Dios-Amor. Que el Espíritu Santo ilumine con sus dones a quienes tienen diversas responsabilidades sobre este pueblo, que llevo en el corazón. Y que la Virgen de la Caridad del Cobre, Reina de Cuba, obtenga para sus hijos los dones de la paz, del progreso y de la felicidad. Este viento de hoy es muy significativo porque el viento simboliza el Espíritu Santo. «Spiritus spirat ubi vult, Spiritus vult spirare in Cuba». Últimas palabras en lengua latina porque Cuba es también de la tradición latina: ¡América Latina, Cuba latina, lengua latina! «Spiritus spirat ubi vult et vult Cubam». 

Adiós
"al final de la Misa "  1998    foto: Arq. Carlos Alberto Fleitas