Friday, May 17, 2013



100 AÑOS  

CAYO HUESO - LA HABANA

Mayo 17 1913 - Mayo 17 2013

100 AÑOS DE UN VUELO DE AUDAZES    |   EL VUELO DEL SIGLO

Domingo Rosillo y Agustin Parlá Orduña compiten en un vuelo historico y de audaces atravesando el estrecho de la Florida  en mayo de 1913.

Este fue el primer vuelo internacional de la aviación en America, estableciendo Rosillo un récord mundial de distancia el 17 de mayo al volar en su Bleriot XI las 90 millas desde Key West (Cayo Hueso) hasta La Habana en 2 horas y 40 minutos.  Este récord le fue arrebatado nada menos que al famoso piloto y diseñador aeronáutico francés Luis Bleriot. Domingo Rosillo habia recibidó su licencia de piloto internacional el 22 de octubre 1912 después de asistir a una escuela dirigida por el propio francés  pionero de Con este vuelo gana un premio de $ 10 000, otorgado al ganador pro el Ayuntamiento de la cuidad La Habana por ser el primer piloto en cruzar esa ruta. Pocos días después, el 19 de Mayo 1913,  Agustín Parlá efectúa el segundo vuelo internacional en la ruta Cayo Hueso, Florida hacia La Habana, via el Mariel y respectivamente obtine el Segundo Premio valorado en $5000, otorgado por el Ayuntamiento de Cuidad La Habana. Ambos pilotos pertenecen a la herencia cultural de Cuba; son dos hombres que la honran. Juntos maniobraron hacia el progreso en una epoca de nuevos inventos, juntos a una nacion joven, llena de sueños de aire de libertad y progreso, sueños que volaban por todo lo alto.



Postal Aerea Conmemorativa 1913 | Postal fotografica en honor Domingo Rosillo del Toro, el joven atrevido que voló desde Key West a La Habana en dos horas y media, estableciendo un récord para el vuelo sobre el agua.  Al entran en espacio cubano, mas de 50,000 capitalinos lo esperaban dispersados a todo lo largo del litoral habanero.  



Diapositiva “Magic Lantern” |  Vuelo entre Cayo Hueso y La Habana 1913 captado en film.  


Foto | Domingo Rosilloy su Bleriot-XI bajo las palmas reales cubanas despues de su vuelo entre Cayo hueso y La Habana 1913.



Prensa | Un artículo en un diario francés pregonan las hazañas de Morane-Saulnier en Villacoublay, una escuela de aviación que tuvo los estudiantes, al igual que Domingo Rosillo, de todo el mundo.

Licencia de Aviacion 1912 | Domingo Rosillo recibió su licencia de piloto internacional el 22 de octubre 1912 después de asistir a una escuela dirigida por el francés Louis Bleriot pionero de la aviación.

Sello Servicio Aereo Postal Conmemorativo de la Republica de Cuba 1938 | Cinco Centavos 1913 – 1938 | Edicion Especial Conmemorando el 25 Aniversatio de el Primer Vuelo Aereo Cayo Hueso – La Habana.


PARLÁ Y ROSILLO HARÁN EL VUELO  Agustín Parlá ha llegado a Cayo Hueso con su hidroaeroplano y espera hacer la travesía al mismo tiempo que Rosillo

Periódico El Mundo, 11 de mayo de 1913

17 de Mayo 1913
Domingo Rosillo y Agustín Parlá, pioneros de la aviación cubana, inscribieron sus nombres en la historia de la aviación, al realizar el primer vuelo internacional de la aviación en Latinoamérica, estableciendo un récord mundial de distancia al volar en sus aviones las 90 millas desde Key West (Cayo Hueso) hasta La Habana en 2 horas y 40 minutos.  Este récord le fue arrebatado nada menos que al famoso piloto y diseñador aeronáutico francés Luis Bleriot.

Se consideraba extremadamente peligroso el viaje aéreo entre Cayo Hueso, en EE.UU. y La Habana. El aviador norteamericano McCurdy lo había intentado sin éxito y en ese año, 1913, dos cubanos repetirían el propósito en busca de mejor suerte. El Ayuntamiento de La Habana decidió premiar la proeza:   «¡Diez mil pesos para el que llegue primero y cinco mil para el segundo!»

El vuelo contaría con la custodia de tres barcos de la Marina Nacional cubana: el «Patria» estaría a 45 millas de La Habana, el «Hatuey» a 30 y el «24 de Febrero» a 15. Un buque norteamericano: el cañonero «Peoria» también cooperaría con la seguridad de los intrépidos pilotos.  Cuando el primer avión despegara, en La Habana la batería de salvas de La Cabaña dispararía dos cañonazos que anunciarían el inicio de la travesía.

Sin embargo, aún no estaba precisado el día. Rosillo había acudido antes que Parlá a Cayo Hueso y si no hubiese sido porque la hélice de su monoplano Bleriot-XI se había roto durante un vuelo de prueba - que hizo para complacer a los emigrados cubanos que ansiaban su triunfo- ya habría intentado la empresa. El asunto de la hélice se complicó y en espera de que ésta le fuese enviada desde Cuba, llegó Parlá a Cayo Hueso, con su hidroavión Curtiss, de 80 caballos de fuerza. Parlá tenía en su contra la falta de experiencia, y a su favor la superioridad de su aparato para realizar vuelos sobre el agua, pues si descendiera violentamente sobre el mar quedaría flotando.  De cualquier forma la hélice de Rosillo demoró más de lo esperado y aunque Parlá se encontraba listo para el vuelo, las condiciones del tiempo no eran propicias. Ya se conocía que Rosillo traería consigo una valija de cartas y una orden para comprar tabaco de la fábrica de Gato -por primera vez la industria tabacalera utilizaría la aviación para sus operaciones comerciales.            

Por fin llegó la tan esperada hélice para el monoplano Bleriot. Todo quedó listo para el 17.  Con las primeras luces del alba de ese día, en el mástil más pequeño de los tres para señales del Morro de La Habana apareció una bandera roja: el público supo que ese era el gran día.  A las 5:10 a.m. partió Rosillo. Su avión lo bautizó con el nombre de Habana y en el timón se leía: Cuba. Voló 2 horas, 30 minutos y 40 segundos. A punto estuvo de perecer antes de dar cima a su hazaña: se le acabó la gasolina. El fuerte viento de costado le hizo consumir más combustible. 

Repuesto del viaje, declaró:   -¿Mis impresiones de hoy? ¿Usted ha oído hablar de la tempestad bajo el cráneo?  «Empecé a ver cómo descendía el nivel de la gasolina en el tubo indicador, con una precipitación superior a la calculada. Sólo veía mar y cielo. La máquina trabajaba con regularidad admirable; vi al «Hatuey», lo pasé; el tubo estaba casi vacío; finalmente divisé Cuba(...) Llegué sin una gota de gasolina, ni siquiera pude aterrizar donde debía, en el Polígono de Columbia, y tuve que bajar en el campo de tiro. El viento me hizo consumir más combustible del que debía. Había llenado el tanque con 50 litros, y por esas corazonadas que uno a veces tiene, le eché 10 onzas más...»  Parlá, por su parte, había partido a las 5:57 y a las 6:01 tuvo que regresar: «Inicié el vuelo, pero el aparato no me obedecía y no se remontaba, me lo impedía el viento que soplaba. Cuando regresé y lo examiné encontré rotos dos alambres tensores del timón de profundidad.»  Rosillo era, sin discusión, el ganador.  


El 19 de mayo de 1913
Agustín Parlá , a las 2:00 de la tarde y sin previa notificación de sus intenciones, se remontó nuevamente en busca de la anhelada meta. No tuvo protección de la Marina.A diferencia de Rosillo, que prefierió volar escoltado por barcos, Parlá vuela sólo. El aviso llegó a La Habana sorpresivamente y el público se aprestó a recibir al resuelto aviador.  Más de dos horas transcurrieron y aún no se divisaba el Curtiss desde el Morro. ¿Habría perecido? ¿Estaría flotando en alguna parte del Caribe?¿Lo habría arrastrado el viento a quién sabe qué lugar y ahora volaría sin rumbo? se preguntaban todos.                 

Pronto llegó la respuesta: «El aviador Agustín Parlá acuatizó en la bahía del Mariel, con peligro de su vida, a las 4:30 de hoy 19 de mayo de 1913. Fallas del motor le impidieron llegar a La Habana. Se encuentra bien y ya partió en automóvil hacia la capital». De su partida desde Cayo Hueso un cronista escribió: «...lleno de un patriotismo sin límite y una resolución tenaz, se lanzó al espacio en viaje de pruebas, y cuando el pueblo que lo seguía con la vista creyó terminado el vuelo, vio al aviador maniobrar con rumbo al...ideal, a Cuba».

El Ayuntamiento de La Habana otorgó el segundo premio a Parlá, aunque, en verdad, quien ganó fue Cuba, pues como se afirmó entonces: «su nombre se inscribe en la historia de la aviación y se colocará entre los países más adelantados en el empeño de llevar la aviación hasta el límite máximo del progreso».





La Hazaña de Domingo Rosillo | revista: CARTELES 1957

La semana pasada rindió Cuba el último homenaje a Domingo Rosillo, el primer aviador que voló de los Estados Unidos a Cuba, en la época heroica de la aviación, cuando los pioneros se jugaban la vida en frágiles aparatos inestables para establecer "records" cada vez más audaces. Cuarenta y cuatro años después de realizado su histórico vuelo Cayo Hueso-Habana, dejó de existir Domingo Rosillo, pionero cubano de la aviación civil universal.

La hazaña de nuestro compatriota, asombro del mundo civilizado de su época, puede ser relativamente comparada con la que realizó años más tarde otro grande de la aviación, el piloto norteamericano Charles Lindbergh. Millares de cubanos y norte-americanos dan ahora, en unos cuantos minutos, a bordo de poderosos aviones modernísimos, equipados con radar, el salto hasta Cayo Hueso y Miami. Millones de hombres y mujeres en toda la tierra salvan enormes distancias en transportes aéreos amplios, confortables, alegres y seguros... Van de un continente a otro, de Nueva York a Londres o de Río de Janeiro a París, en unas horas. Para esos viajeros del aire, si no se detienen un instante a meditar sobre el suceso, tal vez carezca de mayor importancia el formidable vuelo de Domingo Rosillo. Sin embargo, medio siglo atrás, meterse dentro de un aparato de la época (algo así como una chiringa comparada con un "Constelation" de nuestros días), lanzarse por una ruta de nubes nunca transitada antes por otro mortal, parecía -y lo era- a los ojos de los expertos y de los profanos, una hazaña capaz de perpetuar en la memoria de la humanidad el nombre de quien la ejecutase. Como dijo nuestro compañero J. Isern, en un magnífico reportaje acerca de Rosillo publicado en Carteles hace años, "los aparatos de la época no eran otra cosa que papalotes a bolina y los pilotos tenían que guiarse, cuando perdían de vista la tierra, por medio de una brújula no mucho mejor que la primitiva aguja de marear obtenida por nuestros antepasados de los orientales". Cuatro años antes que Rosillo, un piloto canadiense de mucha fama entonces, intentó dar el salto de Cayo Hueso a La Habana, pero fracasó en la heroica empresa. Doce millas mar adentro, justamente frente al Morro de nuestra ciudad, cayó el esforzado y glorioso J. A. MacCurdy, que así se nombraba ese audaz aviador. Salvó su vida por puro milagro y perdió la suma de cinco mil pesos, que era la recompensa ofrecida por el director de un periódico norteamericano a quien ejecutase con éxito la temeraria travesía. Cuba contaba, tres años más tarde, con dos excelentes pilotos: Agustín Parlá y Domingo Rosillo, este último nacido en el mes de octubre de 1878 y graduado en Francia, en igual mes, del año 1912.

EN CAYO HUESO
Resuelto a intentar el salto, que muchos estimaban entonces, con razón, empresa, de locos o suicidas, Domingo Rosillo se trasladó al Cayo y llegó allí casi sin anunciarse. Voló y a partir de ese momento despertó el entusiasmo de cubanos y norteamericanos. "Sin embargo", decía un periódico de aquellos días, "se oye el ruido que produce la llegada de Agustín Parlá, el cual no viene precedido de fama como aviador, pero es hijo de un antiguo emigrado muy conocido en el Cayo; se le considera capaz de realizar la hazaña; trae, además, una máquina flamante, y se alborota el Peñón aunque la mayoría sigue leal a Rosillo". En realidad, Rosillo y Parlá se disputaban una bolsa de diez mil dólares en el histórico vuelo, que ofrecía la empresa Curtis. Parlá fracasó en su esfuerzo y trató de suicidarse, cuando el representante de la compañía en el Cayo le cerró los motores y se echó las llaves en los bolsillos. -Parlá -contaba ese maestro de la crónica que fue Víctor Muñoz- se abrió el chaleco, extrajo el revólver y gritó: "¡O me dejan volar o me vuelo la tapa de los sesos!" -Un hermano -sigue contando Víctor Muñoz-, Deogracias Parlá, y un amigo, le impidieron llevar a cabo su designio. No obstante, Parlá rastrilló el revólver y salió un disparo que no hirió a nadie. Parlá insistió y voló, pero "la brisa no permitió que se levantara más de cien metros y después de volar dos millas aterrizó, desistiendo. Esto ocurría en un lugar al sur del histórico Cayo de Martí. En otro lugar distante, el destino llamaba a Domingo Rosillo a la inmortalidad. El despegaba con su increíble papalote y llegaba dos horas después a las costas de nuestra bella ínsula. Previamente, según contó Isern, siguiendo el testimonio de cronistas contemporáneos, las apuestas no se hicieron esperar. Uno -dice- el más optimista de todos, juega mil pesos a que los dos (Parlá y Rosillo) logran realizar el viajé. Un cubano y un norteamericano conciertan una apuesta singular: si el norteamericano pierde pagará un picnic que habrá de terminar necesariamente en una rumba. Pero se juega algo más que dinero, en la inusitada competencia. Un católico y un protestante se comprometen si pierden: el católico a leer la Biblia durante quince días; el protestante, en cambio, si no tiene suerte, oirá siete misas de rodillas. Dos cubanos, cuyos nombres no revelan las crónicas, acordaron que el simpatizante del aviador que llegara primero a La Habana asistiría a los festejos del 20 de mayo corriendo todos los gastos por cuenta de su adversario, el cual tendría que quedarse en el Cayo por todo el tiempo que duren los festejos en la capital cubana.

LA HÉLICE
Rosillo necesitaba una hélice para su avión; mejor dicho, para su papalote, y ésta le había sido enviada por la casa Moissant, vía Japón, desde Francia. Tenía, pues, que atravesar todo el Pacífico, antes de arribar a las costas occidentales de los Estados Unidos. Y desde allí, atravesar todo el continente norteamericano, en ferrocarril, hasta Miami y luego desde Miami al Cayo. Era, pues, un viaje fabuloso el que debía rendir la indispensable hélice francesa. Pero surgió de pronto en La Habana un "señor Estrada", que tenía una hélice disponible y se decide en el acto comprársela. Hacen falta, sin embargo, nada menos que doscientos sesenta pesos para adquirirla. Aparecen. Se compra. Se le factura -en La Habana como equipaje, para evitar problemas aduaneros y se le envía a La Florida. Allí espera, ansioso, desesperado casi, Domingo Rosillo. Es la víspera del histórico salto en el espacio. En la capital de Cuba, en toda la isla, hay júbilo, ansiedad, expectación. También en el Cayo, en La Florida, en todas partes de la tierra. ¿Lograrán los audaces aviadores cubanos abrir la ruta de los aviones comerciales del futuro? ¿Vencerán la barrera del agua? De Cayo Hueso, tan unido a Cuba por lazos de historia, viene en el minuto preciso, una noticia sensacional. Ha llegado también la hélice francesa. Ahora Rosillo tiene dos hélices para su hazaña. Pero una, la enviada por Moissant, no sirve. Es demasiado grande. El público espera lo peor. Por eso, cuando el mecánico francés Dehón, coloca la otra en su sitio y declara solemnemente que estaba perfecta, ruge en vitores la muchedumbre. El júbilo es enorme. Muchos cubanos residentes en el Cayo, se ofrecen de voluntarios para montar guardia en el hangar para cuidar, durante la noche, la inapreciable joya.

LA PARTIDA
Es el amanecer del día 17 de mayo de 1913. El tiempo es magnífico, pero sopla alguna brisa. Los buques norteamericanos "Peoria" y "Yamalkraw" están listos para prestar auxilio a los aviadores cubanos, si es necesario. Están apostados en la ruta que seguirán los osados aeronautas criollos. El gobierno cubano ha dispuesto que los cañoneros "Patria", "Hatuey" y "24 de Febrero" (toda la flota de guerra de la nación), cubran las distancias de 45, 30 y 15 millas rumbo al norte. El legendario Morro de La Habana, recibe instrucciones. Deberá izar un gallardete rojo tan pronto uno de los aviones se lance al espacio, azul si el vuelo era suspendido y carmelita tan pronto fuese avistado uno de los aparatos. Al salir el aviador de Cayo Hueso, la Cabaña dispararía dos salvas, si era Rosillo y tres si era Agustín Parlá. En el campo de aviación del Cayo estaban el Cónsul de Cuba, las autoridades norteamericanas y centenares de compatriotas de Rosillo, que acudieron a darle ánimo. Algo similar ocurre con Parlá en otro sitio. Aparece el aviador y es recibido con vítores. Trae puestos espejuelos, sin cristales. Trepa al avión -un artefacto de telas y cordeles-, comienza a andar trabajosamente el motor y por último arranca la enorme hélice. Poco a poco, Rosillo va aflojando los frenos del aparato y éste empieza a moverse, a deslizarse sobre el campo. Por fin, despega en medio de la gritería de los cubanos y los aplausos norteamericanos y gana altura. Pasan algunos minutos. La fuerte brisa hace vacilar la nave. Hay angustia en todos los rostros; todos los corazones laten apresuradamente. ¿Logrará ganar altura suficiente a pesar del brisote? Sí. Poco a poco, gana altura. Se eleva. Se eleva. El avión despegó exactamente a las 5.32 de la madrugada. Son ahora las 5.39. Han pasado siete minutos terribles, inolvidables, de suspenso y es cuando, raudo, veloz, cruza por San Key y se reporta abatido "por el viento de costado" el rudimentario aparato que lleva en sus entrañas a Domingo Rosillo. Sigue el vuelo zigzagueante. A las 7.15 de la mañana pasa Rosillo sobre el buque cubano "Hatuey", que comunica su situación a La Habana; a las 7.19, el "Hatuey" comunica que ya lo ha perdido de vista; a las 8.18 aterriza en Columbia. Un instante y sale de la "cabina" un hombrecillo enjuto y la multitud se abalanza sobre él para cargarlo en hombros. Sale del campo militar. Se dirige al Malecón. Miles y miles de cubanos están allí también, esperándolo. Entre ellos, Alfredo Zayas, a la sazón vicepresidente de la República.

-¡Nunca trabajó tanto Dios como hoy! -comentó el "Chino Viejo" que era un delicado poeta.

El Malecón -dirían los cronistas del minuto glorioso- jamás había visto tanta gente reunida en sus aceras de cemento. En una casa de socorro de la ciudad -refieren los reportes policíacos- moría un hombre a causa de un colapso producido por la emoción de la noticia: Domingo Rosillo, después de atravesar el canal de La Florida en su avión, había pisado tierra cubana. Los periódicos, desde luego, registraron la hazaña. Uno dijo: "Llegó a La Habana, mirando a la muerte cara a cara, porque su máquina no tenía flotadores, y sin haber divisado en el trayecto más embarcación que el "Hatuey" desde que dejó atrás al "Peoria", a veinticuatro millas de Cayo Hueso". Otro: "El viento le daba de costado, haciéndole consumir más gasolina de la que calculó y mientras su indicador le decía que se iba acabando, recorría con la vista el inmenso espacio azul sin distinguir algo que sirviera para impedirle entrar en el mundo de lo desconocido". Víctor Muñoz, al día siguiente: "Los hombres, la humanidad, debe sentirse orgullosa al reconocer el triunfo del hombre en una lucha así, como esta de ayer, en la que no tiene más armas que la propia energía, luchando contra un elemento traidor y teniendo debajo, grande, tan grande como el radio de su vista, como el de su imaginación, otro elemento más francamente hostil. Rosillo es un hombre reducido de cuerpo, pero grande de espíritu".

LO QUE DIJO ROSILLO
En distintas oportunidades, durante su larga vida, Domingo Rosillo contó a la prensa las impresiones de su arriesgado vuelo Cayo Hueso-La Habana.Ahora que acaba de morir, para dolor de todos los cubanos, vale la pena repetir las palabras del héroe: Pocas veces en el transcurso de una vida – dijo - se libra bajo un cráneo la horrible batalla que en el mío se formó la memorable fecha del 17 de mayo de 1913, en que gracias a Dios y al excelente motor "Gnome" que ligero y sólido llevaba, pude batirme cara a cara con la muerte y salir triunfante.

“Aquella gloriosa mañana, viví diez años, en las dos horas, 30 minutos y 44 segundos, que duró el recorrido. Antes de emprender el vuelo ¡cuántas encontradas ideas se agolpaban en mi cerebro! Llegó el momento supremo de lanzar mi avión ante aquella inmensa multitud de queridos compatriotas, y me dije: A disputar la gloria para nuestra amada Cuba. Avisé a nuestro apreciado Agustín Parlá, que yo me disponía a partir; y confiaba que él también pudiera, triunfante, surcar las olas y remontarse. ¡Qué sublime hubiera sido que los dos, al mismo tiempo, hubiéramos llegado a esta hermosa Habana!”

Regino Martín | Revista Carteles | 15 de Diciembre de 1957





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