Carlos Alberto Fleitas
ángel en el altar mayor
Iglesia Parroquial de San Carlos Borromeo - Catedral de Matanzas
Aislado de una realidad, ha observado a sus fieles y no fieles congregarse a sus pies por más de un siglo. Fue acompañado al nacer por un alumbrado de gas, luego por bombillas de una nueva energía que irradiaba una luz matinal desigual a la que sus feligreses acostumbraban. Hoy, su alumbrado convoca decadencia y muchas noches despliega ausencia luminaria al vestirse por la soléenme luz que escasamente surca los vitrales en los crepúsculos a un costado de su puesto de guardia. Aun hoy en ausencia de luz, comparte su vigilancia con otro ángel al extremo opuesto del sagrario. Con su postura inmóvil, ha estado presente ante un pueblo que ha soportado promesas bajo su mirada. Ha resguardado con fiel fe, bautizos, comuniones, confirmaciones, bodas, misas, y congresos eucarísticos. Pero a sus espaldas también, se han congregado creyentes de una generación a cual no se les permitía. Eran noches donde jóvenes católicos en la década de los 70 se agrupaban aun a oscuras de las luces de su faro. Ha compartido, llanto, risas, despedidas tristes y alegres, pero siempre se ha mantenido como un fiel mensajero de un pueblo atormentado. Ha percibido el nacer y morir de una fe, ha sido testigo al crecimiento profesional dentro su jerarquía. Ha estado presente ante esos que nacieron como yo y ante otros que se hicieron sacerdotes, ante los que ordenaron ser obispo y al que hoy es cardenal. El es huérfano de muchos que a sus pies estuvieron, unos por compartir el viaje hacia el más aya u otros por naufragar hacia el exilio. Pero para mi lo mas trascendental es que fue espectador del enlace matrimonial de mis padres hace hoy 44 años.
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