. . . fragmentos literarios cubanos
Y como
todo mestizaje, por proceso de simbiosis, de adición, de mezcla, engendra un
barroquismo, el barroquismo cubano consistió en acumular, coleccionar,
multiplicar, columnas y columnatas en tal demasía de dóricos y de corintios, de
jónicos y de compuestos, que acabó el transeúnte por olvidar que vivía entre
columnas que era vigilado por columnas que le medían el tranco y lo protegían
del sol y de la lluvia, y hasta que era velado por columnas en las noche de sus
sueños. La multiplicación de las columnas fue la resultante de un espíritu
barroco que no se manifestó salvo excepciones en el atirabuzonamiento de
pilastras salomónicas vestidas de enredaderas doradas, sombreadoras de sacras
hornacinas. Espíritu barroco, legítimamente antillano, mestizo de cuanto se
transculturizó en estas islas del Mediterráneo americano, que se tradujo en un
irreverente y descompasado rejuego de entablamentos clásicos, para crear
ciudades aparentemente ordenados y serenas donde los vientos de ciclones
estaban siempre al acecho del mucho orden para desordenar el orden apenas los
veranos, pasados a octubres, empezaran a bajar sus nubes sobre las azoteas y
tejados.
La Cuidad de las
Columnas, Alejo Carpentier
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