100 AÑOS DE UN VUELO DE AUDAZES | EL
VUELO DEL SIGLO
Domingo Rosillo y Agustin Parlá
Orduña compiten en un vuelo historico y de audaces atravesando el estrecho de
la Florida en mayo de 1913.
Este fue el primer vuelo
internacional de la aviación en America, estableciendo Rosillo un récord
mundial de distancia el 17 de mayo al volar en su Bleriot XI las 90 millas
desde Key West (Cayo Hueso) hasta La Habana en 2 horas y 40 minutos. Este récord le fue arrebatado nada menos que
al famoso piloto y diseñador aeronáutico francés Luis Bleriot. Domingo Rosillo habia
recibidó su licencia de piloto internacional el 22 de octubre 1912 después de
asistir a una escuela dirigida por el propio francés pionero de Con este vuelo gana un premio de $
10 000, otorgado al ganador pro el Ayuntamiento de la cuidad La Habana por ser
el primer piloto en cruzar esa ruta. Pocos días después, el 19 de Mayo 1913, Agustín Parlá efectúa el segundo vuelo
internacional en la ruta Cayo Hueso, Florida hacia La Habana, via el Mariel y
respectivamente obtine el Segundo Premio valorado en $5000, otorgado por el Ayuntamiento
de Cuidad La Habana. Ambos
pilotos pertenecen a la herencia cultural de Cuba; son dos hombres que la
honran. Juntos
maniobraron hacia el progreso en una epoca de nuevos inventos, juntos a una nacion
joven, llena de sueños de aire de libertad y progreso, sueños que volaban por
todo lo alto.
Postal Aerea Conmemorativa 1913 | Postal
fotografica en honor Domingo Rosillo del Toro, el joven atrevido que voló desde
Key West a La Habana en dos horas y media, estableciendo un récord para el
vuelo sobre el agua. Al entran en
espacio cubano, mas de 50,000 capitalinos lo esperaban dispersados a todo lo
largo del litoral habanero.
Diapositiva “Magic Lantern” | Vuelo entre Cayo Hueso y La Habana 1913 captado
en film.
Foto | Domingo Rosilloy su Bleriot-XI bajo las palmas reales cubanas despues de su vuelo entre Cayo hueso y La Habana 1913.
Prensa | Un
artículo en un diario francés pregonan las hazañas de Morane-Saulnier en
Villacoublay, una escuela de aviación que tuvo los estudiantes, al igual que
Domingo Rosillo, de todo el mundo.
Licencia de Aviacion 1912 | Domingo Rosillo recibió su licencia de piloto
internacional el 22 de octubre 1912 después de asistir a una escuela dirigida
por el francés Louis Bleriot pionero de la aviación.
Sello Servicio Aereo Postal
Conmemorativo de la Republica de Cuba 1938 | Cinco Centavos 1913 – 1938 | Edicion Especial Conmemorando
el 25 Aniversatio de el Primer Vuelo Aereo Cayo Hueso – La Habana.
PARLÁ Y ROSILLO HARÁN EL VUELO Agustín Parlá ha llegado
a Cayo Hueso con su hidroaeroplano y espera hacer la travesía al mismo tiempo
que Rosillo
Periódico
El Mundo, 11 de mayo de 1913
17 de Mayo 1913
Domingo Rosillo y Agustín Parlá, pioneros de la aviación cubana,
inscribieron sus nombres en la historia de la aviación, al realizar el primer
vuelo internacional de la aviación en Latinoamérica, estableciendo un récord
mundial de distancia al volar en sus aviones las 90 millas desde Key West (Cayo
Hueso) hasta La Habana en 2 horas y 40 minutos.
Este récord le fue arrebatado nada menos que al famoso piloto y
diseñador aeronáutico francés Luis Bleriot.
Se consideraba extremadamente peligroso el viaje aéreo entre Cayo
Hueso, en EE.UU. y La Habana. El aviador norteamericano McCurdy lo había
intentado sin éxito y en ese año, 1913, dos cubanos repetirían el propósito en
busca de mejor suerte. El Ayuntamiento de La Habana decidió premiar la proeza: «¡Diez
mil pesos para el que llegue primero y cinco mil para el segundo!»
El vuelo contaría con la custodia de tres barcos de la Marina Nacional
cubana: el «Patria» estaría a 45 millas de La Habana, el «Hatuey» a 30 y
el «24 de Febrero» a 15. Un buque norteamericano: el cañonero «Peoria» también
cooperaría con la seguridad de los intrépidos pilotos. Cuando el primer avión despegara, en La Habana
la batería de salvas de La Cabaña dispararía dos cañonazos que anunciarían el
inicio de la travesía.
Sin embargo, aún no estaba precisado el día. Rosillo había acudido
antes que Parlá a Cayo Hueso y si no hubiese sido porque la hélice de su
monoplano Bleriot-XI se había roto durante un vuelo de prueba - que hizo para
complacer a los emigrados cubanos que ansiaban su triunfo- ya habría intentado
la empresa. El asunto de la hélice se complicó y en espera de que ésta le fuese
enviada desde Cuba, llegó Parlá a Cayo Hueso, con su hidroavión Curtiss, de 80
caballos de fuerza. Parlá tenía en su contra la falta de experiencia, y a su
favor la superioridad de su aparato para realizar vuelos sobre el agua, pues si
descendiera violentamente sobre el mar quedaría flotando. De cualquier forma la hélice de Rosillo demoró
más de lo esperado y aunque Parlá se encontraba listo para el vuelo, las
condiciones del tiempo no eran propicias. Ya se conocía que Rosillo traería
consigo una valija de cartas y una orden para comprar tabaco de la fábrica de
Gato -por primera vez la industria tabacalera utilizaría la aviación para sus
operaciones comerciales.
Por fin llegó la tan esperada hélice para el monoplano Bleriot. Todo
quedó listo para el 17. Con las primeras
luces del alba de ese día, en el mástil más pequeño de los tres para señales
del Morro de La Habana apareció una bandera roja: el público supo que ese era
el gran día. A las 5:10 a.m. partió Rosillo. Su avión lo bautizó con el nombre de
Habana y en el timón se leía: Cuba. Voló 2 horas, 30 minutos y 40 segundos. A punto estuvo de perecer
antes de dar cima a su hazaña: se le acabó la gasolina. El fuerte viento de
costado le hizo consumir más combustible.
Repuesto del viaje, declaró: -¿Mis impresiones de hoy? ¿Usted ha oído
hablar de la tempestad bajo el cráneo? «Empecé
a ver cómo descendía el nivel de la gasolina en el tubo indicador, con una
precipitación superior a la calculada. Sólo veía mar y cielo. La máquina
trabajaba con regularidad admirable; vi al «Hatuey», lo pasé; el tubo estaba
casi vacío; finalmente divisé Cuba(...) Llegué sin una gota de gasolina, ni siquiera
pude aterrizar donde debía, en el Polígono de Columbia, y tuve que bajar en el
campo de tiro. El viento me hizo consumir más combustible del que debía. Había
llenado el tanque con 50 litros, y por esas corazonadas que uno a veces tiene,
le eché 10 onzas más...» Parlá, por
su parte, había partido a las 5:57 y a las 6:01 tuvo que regresar: «Inicié el
vuelo, pero el aparato no me obedecía y no se remontaba, me lo impedía el
viento que soplaba. Cuando regresé y lo examiné encontré rotos dos alambres
tensores del timón de profundidad.» Rosillo era, sin discusión, el
ganador.
El 19 de mayo de 1913
Agustín Parlá , a las 2:00 de la tarde y sin previa notificación de
sus intenciones, se remontó nuevamente en busca de la anhelada meta. No tuvo
protección de la Marina.A diferencia de Rosillo, que prefierió volar escoltado
por barcos, Parlá vuela sólo. El aviso llegó a La Habana sorpresivamente y el
público se aprestó a recibir al resuelto aviador. Más de dos horas transcurrieron y aún no se
divisaba el Curtiss desde el Morro. ¿Habría perecido? ¿Estaría flotando en
alguna parte del Caribe?¿Lo habría arrastrado el viento a quién sabe qué lugar
y ahora volaría sin rumbo? se preguntaban todos.
Pronto llegó la respuesta: «El aviador Agustín Parlá acuatizó en
la bahía del Mariel, con peligro de su vida, a las 4:30 de hoy 19 de mayo de
1913. Fallas del motor le impidieron llegar a La Habana. Se encuentra bien y ya
partió en automóvil hacia la capital». De su partida desde Cayo Hueso
un cronista escribió: «...lleno de un patriotismo sin límite y una resolución
tenaz, se lanzó al espacio en viaje de pruebas, y cuando el pueblo que lo
seguía con la vista creyó terminado el vuelo, vio al aviador maniobrar con
rumbo al...ideal, a Cuba».
El Ayuntamiento de La Habana otorgó el segundo premio a Parlá, aunque,
en verdad, quien ganó fue Cuba, pues como se afirmó entonces: «su nombre
se inscribe en la historia de la aviación y se colocará entre los países más
adelantados en el empeño de llevar la aviación hasta el límite máximo del
progreso».
La Hazaña de Domingo Rosillo | revista: CARTELES 1957
La semana pasada rindió Cuba el último homenaje a Domingo Rosillo, el
primer aviador que voló de los Estados Unidos a Cuba, en la época heroica de la
aviación, cuando los pioneros se jugaban la vida en frágiles aparatos
inestables para establecer "records" cada vez más audaces. Cuarenta y
cuatro años después de realizado su histórico vuelo Cayo Hueso-Habana, dejó de
existir Domingo Rosillo, pionero cubano de la aviación civil universal.
La hazaña de nuestro compatriota, asombro del mundo civilizado de su
época, puede ser relativamente comparada con la que realizó años más tarde otro
grande de la aviación, el piloto norteamericano Charles Lindbergh. Millares de
cubanos y norte-americanos dan ahora, en unos cuantos minutos, a bordo de
poderosos aviones modernísimos, equipados con radar, el salto hasta Cayo Hueso
y Miami. Millones de hombres y mujeres en toda la tierra salvan enormes
distancias en transportes aéreos amplios, confortables, alegres y seguros...
Van de un continente a otro, de Nueva York a Londres o de Río de Janeiro a
París, en unas horas. Para esos viajeros del aire, si no se detienen un
instante a meditar sobre el suceso, tal vez carezca de mayor importancia el
formidable vuelo de Domingo Rosillo. Sin embargo, medio siglo atrás, meterse
dentro de un aparato de la época (algo así como una chiringa comparada con un
"Constelation" de nuestros días), lanzarse por una ruta de nubes
nunca transitada antes por otro mortal, parecía -y lo era- a los ojos de los
expertos y de los profanos, una hazaña capaz de perpetuar en la memoria de la
humanidad el nombre de quien la ejecutase. Como dijo nuestro compañero J.
Isern, en un magnífico reportaje acerca de Rosillo publicado en Carteles hace
años, "los aparatos de la época no eran otra cosa que papalotes a bolina y
los pilotos tenían que guiarse, cuando perdían de vista la tierra, por medio de
una brújula no mucho mejor que la primitiva aguja de marear obtenida por nuestros
antepasados de los orientales". Cuatro años antes que Rosillo, un piloto
canadiense de mucha fama entonces, intentó dar el salto de Cayo Hueso a La
Habana, pero fracasó en la heroica empresa. Doce millas mar adentro, justamente
frente al Morro de nuestra ciudad, cayó el esforzado y glorioso J. A. MacCurdy,
que así se nombraba ese audaz aviador. Salvó su vida por puro milagro y perdió
la suma de cinco mil pesos, que era la recompensa ofrecida por el director de
un periódico norteamericano a quien ejecutase con éxito la temeraria travesía.
Cuba contaba, tres años más tarde, con dos excelentes pilotos: Agustín Parlá y
Domingo Rosillo, este último nacido en el mes de octubre de 1878 y graduado en
Francia, en igual mes, del año 1912.
EN CAYO HUESO
Resuelto a intentar el salto, que muchos estimaban entonces, con
razón, empresa, de locos o suicidas, Domingo Rosillo se trasladó al Cayo y
llegó allí casi sin anunciarse. Voló y a partir de ese momento despertó el
entusiasmo de cubanos y norteamericanos. "Sin embargo", decía un
periódico de aquellos días, "se oye el ruido que produce la llegada de
Agustín Parlá, el cual no viene precedido de fama como aviador, pero es hijo de
un antiguo emigrado muy conocido en el Cayo; se le considera capaz de realizar
la hazaña; trae, además, una máquina flamante, y se alborota el Peñón aunque la
mayoría sigue leal a Rosillo". En realidad, Rosillo y Parlá se disputaban
una bolsa de diez mil dólares en el histórico vuelo, que ofrecía la empresa
Curtis. Parlá fracasó en su esfuerzo y trató de suicidarse, cuando el
representante de la compañía en el Cayo le cerró los motores y se echó las
llaves en los bolsillos. -Parlá -contaba ese maestro de la crónica que fue
Víctor Muñoz- se abrió el chaleco, extrajo el revólver y gritó: "¡O me dejan
volar o me vuelo la tapa de los sesos!" -Un hermano -sigue contando Víctor
Muñoz-, Deogracias Parlá, y un amigo, le impidieron llevar a cabo su designio.
No obstante, Parlá rastrilló el revólver y salió un disparo que no hirió a
nadie. Parlá insistió y voló, pero "la brisa no permitió que se levantara
más de cien metros y después de volar dos millas aterrizó, desistiendo. Esto
ocurría en un lugar al sur del histórico Cayo de Martí. En otro lugar distante,
el destino llamaba a Domingo Rosillo a la inmortalidad. El despegaba con su
increíble papalote y llegaba dos horas después a las costas de nuestra bella
ínsula. Previamente, según contó Isern, siguiendo el testimonio de cronistas
contemporáneos, las apuestas no se hicieron esperar. Uno -dice- el más optimista
de todos, juega mil pesos a que los dos (Parlá y Rosillo) logran realizar el
viajé. Un cubano y un norteamericano conciertan una apuesta singular: si el
norteamericano pierde pagará un picnic que habrá de terminar necesariamente en
una rumba. Pero se juega algo más que dinero, en la inusitada competencia. Un
católico y un protestante se comprometen si pierden: el católico a leer la
Biblia durante quince días; el protestante, en cambio, si no tiene suerte, oirá
siete misas de rodillas. Dos cubanos, cuyos nombres no revelan las crónicas,
acordaron que el simpatizante del aviador que llegara primero a La Habana
asistiría a los festejos del 20 de mayo corriendo todos los gastos por cuenta
de su adversario, el cual tendría que quedarse en el Cayo por todo el tiempo
que duren los festejos en la capital cubana.
LA HÉLICE
Rosillo necesitaba una hélice para su avión; mejor dicho, para su
papalote, y ésta le había sido enviada por la casa Moissant, vía Japón, desde
Francia. Tenía, pues, que atravesar todo el Pacífico, antes de arribar a las
costas occidentales de los Estados Unidos. Y desde allí, atravesar todo el
continente norteamericano, en ferrocarril, hasta Miami y luego desde Miami al
Cayo. Era, pues, un viaje fabuloso el que debía rendir la indispensable hélice
francesa. Pero surgió de pronto en La Habana un "señor Estrada", que
tenía una hélice disponible y se decide en el acto comprársela. Hacen falta,
sin embargo, nada menos que doscientos sesenta pesos para adquirirla. Aparecen.
Se compra. Se le factura -en La Habana como equipaje, para evitar problemas
aduaneros y se le envía a La Florida. Allí espera, ansioso, desesperado casi,
Domingo Rosillo. Es la víspera del histórico salto en el espacio. En la capital
de Cuba, en toda la isla, hay júbilo, ansiedad, expectación. También en el
Cayo, en La Florida, en todas partes de la tierra. ¿Lograrán los audaces
aviadores cubanos abrir la ruta de los aviones comerciales del futuro?
¿Vencerán la barrera del agua? De Cayo Hueso, tan unido a Cuba por lazos de
historia, viene en el minuto preciso, una noticia sensacional. Ha llegado
también la hélice francesa. Ahora Rosillo tiene dos hélices para su hazaña.
Pero una, la enviada por Moissant, no sirve. Es demasiado grande. El público
espera lo peor. Por eso, cuando el mecánico francés Dehón, coloca la otra en su
sitio y declara solemnemente que estaba perfecta, ruge en vitores la
muchedumbre. El júbilo es enorme. Muchos cubanos residentes en el Cayo, se
ofrecen de voluntarios para montar guardia en el hangar para cuidar, durante la
noche, la inapreciable joya.
LA PARTIDA
Es el amanecer del día 17 de mayo de 1913. El tiempo es magnífico,
pero sopla alguna brisa. Los buques norteamericanos "Peoria" y
"Yamalkraw" están listos para prestar auxilio a los aviadores
cubanos, si es necesario. Están apostados en la ruta que seguirán los osados
aeronautas criollos. El gobierno cubano ha dispuesto que los cañoneros
"Patria", "Hatuey" y "24 de Febrero" (toda la
flota de guerra de la nación), cubran las distancias de 45, 30 y 15 millas rumbo
al norte. El legendario Morro de La Habana, recibe instrucciones. Deberá izar
un gallardete rojo tan pronto uno de los aviones se lance al espacio, azul si
el vuelo era suspendido y carmelita tan pronto fuese avistado uno de los
aparatos. Al salir el aviador de Cayo Hueso, la Cabaña dispararía dos salvas,
si era Rosillo y tres si era Agustín Parlá. En el campo de aviación del Cayo
estaban el Cónsul de Cuba, las autoridades norteamericanas y centenares de
compatriotas de Rosillo, que acudieron a darle ánimo. Algo similar ocurre con
Parlá en otro sitio. Aparece el aviador y es recibido con vítores. Trae puestos
espejuelos, sin cristales. Trepa al avión -un artefacto de telas y cordeles-,
comienza a andar trabajosamente el motor y por último arranca la enorme hélice.
Poco a poco, Rosillo va aflojando los frenos del aparato y éste empieza a
moverse, a deslizarse sobre el campo. Por fin, despega en medio de la gritería
de los cubanos y los aplausos norteamericanos y gana altura. Pasan algunos
minutos. La fuerte brisa hace vacilar la nave. Hay angustia en todos los
rostros; todos los corazones laten apresuradamente. ¿Logrará ganar altura
suficiente a pesar del brisote? Sí. Poco a poco, gana altura. Se eleva. Se
eleva. El avión despegó exactamente a las 5.32 de la madrugada. Son ahora las
5.39. Han pasado siete minutos terribles, inolvidables, de suspenso y es
cuando, raudo, veloz, cruza por San Key y se reporta abatido "por el
viento de costado" el rudimentario aparato que lleva en sus entrañas a Domingo
Rosillo. Sigue el vuelo zigzagueante. A las 7.15 de la mañana pasa Rosillo
sobre el buque cubano "Hatuey", que comunica su situación a La
Habana; a las 7.19, el "Hatuey" comunica que ya lo ha perdido de
vista; a las 8.18 aterriza en Columbia. Un instante y sale de la
"cabina" un hombrecillo enjuto y la multitud se abalanza sobre él
para cargarlo en hombros. Sale del campo militar. Se dirige al Malecón. Miles y
miles de cubanos están allí también, esperándolo. Entre ellos, Alfredo Zayas, a
la sazón vicepresidente de la República.
-¡Nunca trabajó tanto Dios como hoy! -comentó el "Chino
Viejo" que era un delicado poeta.
El Malecón -dirían los cronistas del minuto glorioso- jamás había
visto tanta gente reunida en sus aceras de cemento. En una casa de socorro de
la ciudad -refieren los reportes policíacos- moría un hombre a causa de un
colapso producido por la emoción de la noticia: Domingo Rosillo, después de
atravesar el canal de La Florida en su avión, había pisado tierra cubana. Los
periódicos, desde luego, registraron la hazaña. Uno dijo: "Llegó a La
Habana, mirando a la muerte cara a cara, porque su máquina no tenía flotadores,
y sin haber divisado en el trayecto más embarcación que el "Hatuey"
desde que dejó atrás al "Peoria", a veinticuatro millas de Cayo Hueso".
Otro: "El viento le daba de costado, haciéndole consumir más gasolina de
la que calculó y mientras su indicador le decía que se iba acabando, recorría
con la vista el inmenso espacio azul sin distinguir algo que sirviera para
impedirle entrar en el mundo de lo desconocido". Víctor Muñoz, al día
siguiente: "Los hombres, la humanidad, debe sentirse orgullosa al
reconocer el triunfo del hombre en una lucha así, como esta de ayer, en la que
no tiene más armas que la propia energía, luchando contra un elemento traidor y
teniendo debajo, grande, tan grande como el radio de su vista, como el de su
imaginación, otro elemento más francamente hostil. Rosillo es un hombre
reducido de cuerpo, pero grande de espíritu".
LO QUE DIJO ROSILLO
En distintas oportunidades, durante su larga vida, Domingo Rosillo
contó a la prensa las impresiones de su arriesgado vuelo Cayo Hueso-La
Habana.Ahora que acaba de morir, para dolor de todos los cubanos, vale la pena
repetir las palabras del héroe: Pocas veces en el transcurso de una vida – dijo
- se libra bajo un cráneo la horrible batalla que en el mío se formó la
memorable fecha del 17 de mayo de 1913, en que gracias a Dios y al excelente
motor "Gnome" que ligero y sólido llevaba, pude batirme cara a cara
con la muerte y salir triunfante.
“Aquella gloriosa mañana, viví diez años, en las dos horas, 30
minutos y 44 segundos, que duró el recorrido. Antes de emprender el vuelo
¡cuántas encontradas ideas se agolpaban en mi cerebro! Llegó el momento supremo
de lanzar mi avión ante aquella inmensa multitud de queridos compatriotas, y me
dije: A disputar la gloria para nuestra amada Cuba. Avisé a nuestro apreciado
Agustín Parlá, que yo me disponía a partir; y confiaba que él también pudiera,
triunfante, surcar las olas y remontarse. ¡Qué sublime hubiera sido que los
dos, al mismo tiempo, hubiéramos llegado a esta hermosa Habana!”
Regino Martín | Revista Carteles | 15 de Diciembre de 1957